Tu sí puedes portarte mal (Eros Dikoudis)

    Eran las 5:00 a.m. y aún se veía luz a través de los cristales. Ventanas que pertenecían al salón, del 7ºC, del portal 28. A pesar de que no había signos de un amanecer próximo, el aire de la calle era caliente. Estaba siendo un verano abrasador. Sin embargo, tras esos cristales uno podía despreocuparse del calor. El aire acondicionado había estado en funcionamiento durante horas. 
    El hombre que estaba cómodamente sentado en el sofá, se retiró un mechón de pelo que le molestaba y continuó leyendo mientras la suave melodía seguía llenando la sala. Enya era una de sus preferencias. Le gustaba la música relajante. De las que se ponen en una agradable cena conjunta y que no saturan, ni se solapan a la conversación. 
    Eros no sabía cuánto tiempo hacía que había encendido la minicadena. Seguramente no le quedasen demasiadas canciones a los CD´s por reproducirse, a pesar de haber puesto todo el repertorio. Desplazó la mirada del texto que reflejaba el portátil hacia el reloj que aparecía en la esquina de la pantalla. 
    -Está claro que hoy no duermo –murmuró. Cogió aire poco a poco y lo soltó con la misma parsimonia. Llevaba ya varias noches seguidas que apenas dormía. No era algo nuevo ya que le llevaba pasando desde comenzó las “vacaciones”. Lo malo es que ahora le pasaba en noches consecutivas y antes sólo era de vez en cuando. 
    Los días se le hacían interminables a pesar de estar ocupado por las labores domésticas, visitar museos, asistir a exposiciones, ver alguna que otra película en el cine o pasear simplemente por el parque o la ciudad. La rutina estaba acabando con él. Necesitaba acostarse cansado para poder dormir y eso no sucedía. 
    Su cuerpo le decía que era hora más que suficiente para irse a la cama pero sabía que pasarían horas hasta que por fin se le cerrasen los ojos. Era, más o menos, lo mismo que sentir el estómago vacío pero no tener apetito. 
    Así que esas noches en vela las aprovechaba para repasar algunas de las investigaciones que había llevado a cabo años atrás y otras que aún no había concluido. La medicina siempre estaba repleta de novedades, por lo que no era de extrañar que tuviese que actualizar los documentos. A parte de eso, solía consultar distintas webs médicas para estar al día. Era fundamental para su trabajo pero no le suponía una carga. Al contrario, lo suyo era totalmente vocacional. 
    El sonido del telefonillo rompió la quietud nocturna. ¿Quién sería a esas horas? No hizo intención de levantarse, pensando que se trataba de un error o de alguien con ganas de gastar una broma de muy mal gusto. Pero la llamada se volvió a hacer y más prolongada. Eros dejó a un lado el portátil y se incorporó del sofá. 
    -¿Sí? –quizás debería haber transmitido hosquedad en el tono de su voz pero dado que no le habían despertado, se le hizo difícil fingir. 
    -¿Eros? ¿Eros Dikoudis? –preguntó un hombre que arrastraba un poco las sílabas. 
    -Sí, soy yo. ¿Qué sucede? Mire, si se trata de una broma… 
    -No, no –se precipitó el hombre a aclarar-. Está aquí Elisabeth, tu hermana. 
    -Goder, gueo gue voy a gomitar –y acto seguido se escucharon una serie de arcadas. Sin duda alguna esa era su hermana. Esa voz era inconfundible. Y esas palabrotas también. 
    -¿Ha bebido demasiado? Ahora bajo –colgó el telefonillo sin darle tiempo a contestar. Una vez estuvo en la calle se hizo una idea de lo que había pasado. Evidentemente, Elisabeth había vomitado y la pobre planta del gran macetero se había llevado el “regalo”. La mujer estaba distanciada del adorno floral y se apoyaba contra la pared del bloque. 
    <<La he visto otras veces peor>>, pensó después de hacerle un chequeo visual mientras se acercaba a ella. 
    -Quería irse a casa pero he pensado que era mejor que se quedase con alguien y a mí me ha rechazado –explicó el hombre. Eros lo reconoció. Lo había visto de pasada algunas veces. Trabajaba en el hospital de su hermana. Era uno de los ginecólogos o eso recordaba. No le sorprendía que Elisabeth le hubiese rechazado. Cuando bebía podía pasar varias cosas: que se mostrase cariñosa con los hombres o que acentuase su desprecio hacia ellos. Probablemente aquella noche había pasado lo segundo. De momento, parecía que se había quedado relajada después de vomitar. 
    -De acuerdo. Gracias por traerla –el compañero de trabajo asintió y se despidió de ellos para tomar de nuevo el taxi que le estaba esperando. Al menos habían tenido los dos dedos de frente de no conducir en ese estado. Claro que, si Elisabeth no cogía el coche cuando salía por la noche esa era la señal de que no iba a ponerse demasiados límites en lo referente al alcohol. 
    -Aggg… -gimió la mujer cuando su hermano se acercó a ella-. Guería gue me agostase gon él. Todos los hogues sois iguales –dio algunos manotazos cuando Eros le pasó el brazo por la cintura pero se dejó llevar sin dar más problemas. Eros le seguía la corriente y le decía que sí a todo. Que tenía razón. Que todos eran unos monstruos que sólo pensaban con lo que tenían entre las piernas. No sabía si debía decir al presidente del bloque lo del vómito o no. Y en el caso de que sí, ¿cómo? 
    <<Mire. Es que mi hermana vomitó de madrugada. Sí, tiene 36 años y sí, es médico>>, pensó con ironía. No diría nada. Mejor que lo achacasen a algún joven bebido. 
    Cuando subieron al piso, se dirigieron directamente al dormitorio principal. Dejó a Elisabeth tumbada en la cama y procedió a quitarle los zapatos. Había vomitado y andado un buen rato. También le había dado un poco el escaso aire que hacía en la calle, así que no había problema si se dormía ya. 
    -¡Tú! –exclamó de repente la rubia. 
    -Shhh… baja un poco la voz. Hay gente durmiendo. ¿Yo, qué? 
    -Tú si guedes gogarte mal. 
    Eros terminó de quitarle el segundo zapato en silencio. Tenía que repetirse mentalmente las cosas que decía su hermana para llegar a comprenderlas. 
    -Ya me lo has dicho antes. Venga, tienes que dormir. Mañana tendrás una buena resaca, si Dios quiere, y espero que te haga recapacitar. No puedes beber tanto. 
    -¡Galla! 
    -Shhh… 
    Elisabeth abrió mucho los ojos e intentó incorporarse. 
    -Shhh… -siseó imitando a su hermano. La verdad es que estaba bastante graciosa con el dedo puesto y descentrado encima del labio. Llevaba el pelo alborotado-. ¿Gonde está? 
    -¿Quién? 
    -¡¿Guién va a guer?! Tu… tu agante. 
    -No hay. Y ahora a dormir –dijo Eros con un tono que cortaba cualquier posible conversación. Empujó suavemente a su hermana para recostarla de nuevo y la deseó buenas noches. O lo poco que quedaba de ellas. Apagó el portátil y se preparó para irse a la cama. Tendría que dormir, intentar dormir, en una de las habitaciones de invitados. Eligió la más cercana a la suya, así podría estar pendiente por si Elisabeth necesitaba algo de él. Como ya se lo esperaba, le costó dormirse. 
    <<Yo sí puedo portarme mal>>, pensó una y otra vez. Quizás esa era la clave para una relación duradera. Hasta entonces, hiciera lo que hiciese, siempre salía mal. Acababan rompiendo con él porque siempre se excedía y terminaba por agobiar a sus amantes. 
    -Yo sí puedo portarme mal –murmuró a la oscuridad de la habitación-. Es más fácil decirlo que hacerlo.

6 comentarios:


  1. layka Silvia Millan dijo...

    Menuda hermana, pobrete Eros, me da que esto es mas usual de lo que a el le gustaria. Pobre planta del macetero...

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    1. xDDD Cuando está contentilla es bastante inaguantable la mujer, lo reconozco. Y cuando no, más o menos también. Que se pone muy pesada con el asunto "hombres" ^^U
      Pero bueno, a parte de eso, es muy buena hermana. Pero sí, si me dan a elegir... me quedo con Eros sin lugar a dudas :P

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  2. Ylliasviel dijo...

    Me ha encantado el relato xD Eros es un hermanazo >//<

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    1. Muchas gracias! Hacía tiempo que tenía ganas de escribir sobre Eros y parte de su entorno ^^
      Elisabeth no tiene ninguna queja hacia su hermano salvo eso de que se valore más y deje de estar a merced de sus parejas (cosa que a mí también me da mucha rabia).

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  3. Jajajaja que graciosa...lo siento, pero la hermana de 36 años y con esa borrachera me ha hecho gracia XD. Pero que bueno es Eros cuidándola.
    Por cierto Eros y yo tenemos en común lo de que nos cuesta mil dormir...pobrecito...yo le haría no poder dormir pero por otra causa XDDDD.

    Tu si puedes portarte mal...PORTATE MAL CONMIGO EROS!!!! O BIEN!!! LO QUE TU QUIERAS! xD
    Ah! Jo...es tan bueno que las parejas se aburren y/o agobian? No lo entiendo, un hombre bueno siempre se busca!!!! *^* <3 <3 <3

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    1. xDDD Tranqui, que a mí Elisabeth también me parece graciosa cuando se pimpla (aunque a Eros no le hace demasiada gracia. Menos mal que no lo hace con frecuencia).
      Generalmente duerme bien y no tiene problemas con ello, pero le han ocurrido una serie de cosas que le quitan el sueño >__< (ya contará :P).

      Es que Eros es muy... pegajoso, lapa y esas cosillas. Al principio a sus parejas les mola pero como con el tiempo su nivel de sentimientos no mengua, pues termina por agobiar. Salir con él es como estar en el primer mes de la relación por siempre xD
      Y bueno, varias veces ha intentado controlarse o probar otras maneras de ser y comportarse, pero siempre termina fallando por una cosa u otra (bueno, toparse con algún gilipollas también influye ^^U).

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