Un reencuentro agridulce (Kei Ogawa)

-Vengo a visitar a una paciente.
-Rellene este papel, por favor. Tome, aquí tiene un boli.
La mujer se quedó observando al muchacho mientras escribía. No sabía si le chocaba más el hecho de que fuese maquillado, que llevase el pelo teñido de gris o que tuviese puesta una tiara.
-Perdona -le interrumpió-. ¿Tienes más de 12 años? ¿Me puedes enseñar tu DNI?
Eran las normas de la cínica. No podían entrar menores de esa edad por razones evidentes. Aquello era un psiquiátrico.
Una vez comprobados sus datos y recogida la ficha, la mujer le abrió las puertas de cristal automáticas. Máxima vigilancia.

El chico pulsó el botón de uno de los ascensores y echó un vistazo a su alrededor. Se encontraba en lo que se suponía que era el hall. Un sofá y varios sillones blancos a la izquierda, bajo unas cristaleras, y a la derecha unas puertas de lo que parecía ser un salón de actos. Eso anunciaba el cartel.
La verdad es que se esperaba algo más lujoso. El suelo y la pintura de las paredes parecían bastante antiguos pero al menos estaba limpio.
Se montó en el ascensor y le dio al botón del número 3. Una vez en la planta, buscó el número de habitación. Era la 302, bien cerca del puesto de control, así lo había pedido él.

Dio varios toques a la puerta y la abrió. No tenía pestillo y la llave sólo podían echarla el personal de la cínica.
-¿Hola?
El corazón le latía acelerado pero de cara hacia fuera no parecía nervioso.
-Estoy aquí.
¿Hacía cuánto tiempo que no escuchaba esa voz en persona?
-Hola, mamá -dijo el chico adentrándose hasta donde estaba la cama y el resto del mobiliario.
Su madre se encontraba sentada en uno de los sillones junto a la ventana. La luz que entraba por la persiana metálica caída directamente sobre la mujer, quién parecía disfrutar de la sensación del sol en su piel. Era de tez clara al igual que su pelo.

Cuando sus ojos se encontraron, él notó como si su corazón hubiese desaparecido. Ya no lo sentía latir. Era tal el cúmulo de emociones diferentes que se agolpaban unas contra otras sin llegar a destacar ninguna de ellas.
-Te he visto venir -dijo ella indicando la ventana.
-¿Te gustan las vistas que tienes? Si no puedo cambiarte de habitación y que dé al jardín -sugirió.
Se hizo el silencio. Sakura, que así se llamaba su madre, parecía no haberle escuchado. Sus ojos iban recorriéndole como si le estuviese haciendo un reconocimiento exhaustivo.
-¿Mamá?
-Has crecido pero estás más flaco -respondió ella.
-1,3 cm más y 2,1 kg menos. No tiene importancia ¿Cómo te sientes?
-... Bien.
Estaba claro que no se encontraba bien pero al menos hablaba y parecía más viva que la última vez. Claro que de esto hacía más de un año y los médicos debían de ser muy buenos por la cantidad de dinero que pagaba al día. Lo bueno era que se lo podía permitir y no iba a escatimar en gastos con su madre.

-Mamá, ... ¿no te aburres sin hacer nada? ¿Por qué no te apuntas a las actividades? Aunque no vayas a todas, sólo a las que te gusten y no hace falta que sea todos los días. Estar metida en la habitación no es bueno y si lo haces por el dinero, ya sabes que no hay pro...
-Salgo al jardín -le interrumpió-. Me gusta pasear. ¿Quieres pasear un rato?
Él suspiró pero terminó aceptando. No le apetecía demasiado estar en las zonas comunes. A saber lo que habría por allí.
Bajaron en el ascensor hasta la primera planta. Había unas puertas dobles que daban a un aula con mesas agrupadas y sillas. Cerca estaba un pequeño gimnasio y un poco más allá la puerta del jardín.
Antes de salir, el chico echó un vistazo al fondo de la sala común en donde había varios grupos de sofás, una zona habilitada para fumar, una televisión, la barra que cumplía su función como bar/cafetería y las puertas del comedor.

Fuera, en el jardín, hacía un poco de frío pero gracias a eso no eran muchos los que se atrevían a salir.
-Buenas tardes -saludó el muchacho a un hombre que se les cruzó. Éste ni siquiera le miró, lo que provocó que se cerrase en banda. Pensaba tener el menor contacto posible con los de allí dentro.
-¿Sales a pasear todos los días? -preguntó por curiosidad.
Ella asintió.
-Siempre que no llueva. Hoy hace frío. ¿Vas bien abrigado, Kei? No quiero que cojas frío.
-Sí, mamá -dijo desviando la mirada y buscó las cámaras de vigilancia. Estaban estratégicamente colocadas para no tener ningún ángulo muerto. El jardín no era muy extenso así que era fácil que nada se les escapase, o nadie. Al menos visualmente porque los muros y las vallas que rodeaban el jardín no suponían demasiado impedimento.

Fueron caminando lentamente por el perímetro. Sortearon el obstáculo de la mesa de pingpong. Valoró el detalle pero las palas estaban para tirarlas a la basura.
-¿Qué tal comes? ¿Qué has comido hoy? -preguntó Kei a pesar de saber la respuesta a lo último. Había leído el menú de toda la semana en el puesto de control.
-Hoy... lasaña... De primero... -negó con la cabeza y el aire hizo que mechones de su pelo lacio y rubio flotasen-. No me acuerdo.
-¿Menestra de verduras?
-Es verdad, sí. Menestra de verduras. Estaba un poco seca pero la lasaña no estaba mal. Nos ponen judías verdes en todo. Una mujer comentó que debían tener alguna propiedad misteriosa y por eso nos las dan tanto -sonrió y mantuvo la expresión unos segundos.

No se acostumbraba a escuchar su voz ni a verla reaccionar. Había sido como una muñeca inerte demasiados años. Ahora unas pastillas y un mejor tratamiento habían conseguido insuflarle algo de vida. Kei seguía pensando que era demasiado joven para estar así. Sentía amor, odio e indiferencia hacia su madre. Odio por lo tonta que había sido al enamorarse tan locamente, por no haber sido más fuerte, por no haberle dado un hogar más estable, por hacerle adquirir un rol que no le pertenecía, por... eran tantas cosas que se hacía hasta complicado enumerarlas.
Sin embargo, no quitaba que se trataba de su madre, que le había dado la vida a pesar de ser un hijo no deseado, que era demasiado hermosa como para no adorarla, que tenía la esperanza de que si todo hubiese sido de otra manera ella habría sido una buena madre, que no tenía la culpa...
E indiferencia porque no dejaba de parecerle una desconocida.

-¿Sigues yendo al colegio?
-Instituto -corrigió él.
-Bueno, eso. ¿Qué tal?
-Me va bien. Saco buenas notas menos en Ed. Física y en plástica. Pero apruebo todas las asignaturas.
Ambos intentaron mantener una conversación fluida pero era complicado. Kei era un poco cerrado y Sakura no tenía mucho qué contar. Aún así, aprovecharon la visita. El hijo acompañó a su madre a merendar y esperó hasta las 8 de la tarde que era cuando ella tenía que subir a por la medicación. Sakura insistió en que se fuese ya porque tan sólo 15 minutos después tendría que pasar a cenar y Kei tenía bastante trayecto de vuelta. Además, era un día de diario y mañana tendría clase.

Se despidieron prometiéndose verse en pocos días y el chico tomó el ascensor para ir de nuevo al hall y avisar de que ya se marchaba.
Se fue con un regusto agridulce. No había ni punto de comparación de cómo había estado su madre a cómo estaba ahora pero la vida se podría haber portado mejor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario